Bosque otoñal

Bosque otoñal

sábado, 30 de noviembre de 2013

Prólogo " Así habló Zaratustra" , Nietzsche.

 
 
Cuando Zaratustra tenía treinta años 2 abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas! 3.
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente 4 te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza.
Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!
Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso 5, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!
¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.

Historia del perfume.


En la prehistoria se encuentra los orígenes de la aromaterapia. Los antiguos habitantes del planeta, para sobrevivir, quemaban entre otras cosas hierbas y maderas de árboles para avivar el fuego, de esta forma el fuego desprendía aromas agradables, lo que consideraron muy valioso, lo hacían para complacer y homenajear con humo (per fumum) a sus dioses en las ceremonias rituales. De ahí el origen de la palabra. No obstante, la fabricación de perfumes para uso humano comenzó con los egipcios, quienes fueron los primeros perfumistas artesanales de que se tiene noticia y que lograron extraer aromas naturales de los más variados tipos. Los egipcios clasificaron las flores y las hierbas separándolas en diferentes grupos tomando como referencia la naturaleza de sus aromas. Los aceites y las esencias balsámicas, los ungüentos de perfumes intensos y las resinas diluidas en vino y otros alcoholes eran los más usados en medicina, en la cosmética y para embalsamar a los muertos. Algunos aromas estaban destinados a homenajear a ciertas divinidades: el Sol se homenajeaba por ejemplo con incienso, y la Luna con mirra. Para momificar se utilizaba las maderas de cedro. Como curiosidad, cuando se abrió la tumba del faraón Tutankamon se hallaron más de tres mil potes con fragancias que aún conservan su olor, a pesar de haber permanecido enterrados por más de 30 siglos. Por aquellos tiempos las egipcias colgaban de sus cuellos pequeños recipientes de barro con sustancias aromáticas y llegaron a creer que el buen olor no sólo seducía a los hombres, sino que ahuyentaba las enfermedades. De Egipto pasaron a Grecia. Los gimnasios griegos contaban con una parte para el aseo personal, y allí se podían encontrar infinidad de productos fragantes de diferentes formas y colores: talcos que aplicaban en su piel, aceites, resinas mezcladas. Incluso fueron los primeros en comercializar estas sustancias en los mercados, naturalmente, entre un público muy seleccionado. Los griegos, que consideraban el perfume como un don de Venus, usaban un aroma diferente para cada parte del cuerpo: menta para los brazos, mejorana para los cabellos, aceite de palma para el pecho, tomillo para las rodillas y aceite de orégano para las piernas y los pies, entre otros. La perfumería también se encuentra desde la antigüedad asociada a la ciencia médica. En Grecia, Hipócrates, padre de la medicina, utilizaba pequeños concentrados de perfume para combatir ciertas enfermedades. Pero fueron los romanos los que, ocupados por un aseo personal diario, lanzaron el consumo de los perfumes a todos los escalones de la sociedad. Elaboraban preparados de aceite para untarse el cuerpo, para perfumar telas y el ambiente. Con la llegada del Cristianismo, el uso del perfume por parte de las mujeres (mayores consumidoras de perfume a lo largo de la historia) cayó en desuso. Esto, junto con la caída del Imperio Romano, marcó un periodo de declive del desarrollo general en occidente. Fue de nuevo la civilización árabe la que comenzó a experimentar con perfumes tras la aparición de una nueva ciencia, la alquimia. Uno de los descubrimientos claves fue el hallazgo árabe del alcohol, en el siglo VIII. Aceites y resinas olorosas diluidas en el alcohol revelaron toda la plenitud de sus cualidades aromáticas, dando así origen a perfumes mucho más finos. Con la llegada de los árabes a España la perfumería se extendió al resto de Europa. Por oriente, el perfume es introducido en Japón a través de China, que ya contaba en el s. VI con grandes artesanos de la jardinería natural que destinaban parte de sus cosechas al prensado de pétalos para la fabricación de perfumes. En este país se le concede al perfume un gran poder, y el sentido del olfato, siempre desplazado frente a los otros cuatro, es colocado en la posición que le corresponde. Una de las artes obligatorias que recoge el "Kamasutra" es, precisamente, perfumarse, para así formar una sólida alianza entre olor y amor, favorecedora del encuentro erótico entre sexos. Aunque en la Edad Media la utilización del perfume quedara relegada gracias a la iglesia, si se siguió usando entre las clases sociales más favorecidas. Como la higiene personal dejaba mucho que desear, las mujeres se perfumaban con fuertes y persistentes aromas, como el ámbar, que alejaban, aparentemente, el mal olor. Es aproximadamente en el año 1200 cuando tiene lugar el acontecimiento más significativo relacionado con el desarrollo de la industria perfumista tal y como hoy la conocemos. El Rey Felipe II Augusto sorprendió a los perfumistas, que hasta ahora habían trabajado por su cuenta, con una concesión mediante la cual fijaba los lugares de venta de perfumes y reconocía la profesión como tal, así como la utilidad social de estas sustancias. Esta concesión a los artesanos fue apoyada posteriormente, en 1357, por Juan II, en 1582 por Enrique III, y, en 1658, fue ampliada por Luis XIV. Se convierte así Francia en la cuna del perfume. En el Renacimiento, los avances en la química permiten perfeccionar las técnicas hasta ahora usadas en la extracción del perfume mediante la destilación. Anteriormente el prensado de pétalos y la maceración de las flores eran las únicas técnicas empleadas, pero ahora, este método permitía la separación de las partes volátiles y menos volátiles de las plantas, consiguiéndose diferentes calidades de productos, todos ellos pertenecientes a una misma materia prima. El s. XIX aporta la posibilidad de obtener productos aromáticos mediante la síntesis, o sea, la reproducción de los olores naturales y los no naturales. Así por ejemplo, en 1893 se obtiene la ionona, sustancia de olor casi exacto a la flor de la violeta. Con esta técnica queda cubierto uno de los grandes problemas de la industria perfumista: la estabilidad. Las sustancias obtenidas mediante este procedimiento, aunque no sean naturales, son más estables, menos volátiles, haciendo que el perfume permanezca duradero por más tiempo

La biblioteca de Alejandría , centro del saber universal.

 

Reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría

Se considera que la gran biblioteca de Alejandría fue el primer centro de investigación del mundo, y el núcleo intelectual más importante de la antigüedad.
Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el 332 a. C., tras entrar éste en Egipto y poner fin al dominio persa. El Mar Mediterráneo, la isla de Faros y la cercanía del río Nilo hacían de esta ciudad una base naval perfecta, al tiempo que facilitaban el comercio con otras naciones. Pronto se convirtió en la segunda ciudad más grande de Egipto, y sede de su puerto principal.

Humus



Me gustaTe gusta · 14 de febrero

HUMUS
Ingredientes
1 tarro de garbanzos ya listos para usar (400g de peso escurridos)
4 cucharadas soperas de zumo de limón
2 ó 3 cucharadas soperas de tahini (es muy viscoso y tiende a hacer copete, pero intentad echarlas más bien rasas y añadid más al final si veis que le hace falta)...
3 cucharadas soperas de agua
2 pellizcos de sal

Preparación
Ponemos los garbanzos en un escurridor de pasta y los lavamos.
Echamos todos los ingredientes en un vaso para batidora y batimos. Os aconsejo usar una batidora de mano porque la mezcla es muy espesa y las demás no dan buen resultado (comprobado). Hay que batir hasta que no queden trozos de garbanzos. Si veis que es imposible, añadid un poco más de agua, pero es una masa que se queda en el sitio, en ningún momento debe quedarnos líquida.
 

Lo que los árboles nos enseñan acerca de la vida por Herman Hesse


  • Lo que los árboles nos enseñan acerca de la vida y la pertenencia, por Herman Hesse / 
    Es dificil desasociar la sensibilidad artística de aquella que nos permite apreciar, y abrazar, el alma de la naturaleza. Incluso podríamos afirmar que la esencia primigenia de la estética, de las artes y de nuestras múltiples abstracciones en torno a la belleza, se origina en esa perfección retórica que pregonan las caídas de agua, las estructuras florales, los imperturbables desiertos o las intrigantes selvas.
    Tomando en cuenta lo anterior no debiera sorprendernos que Herman Hesse, el genial autor alemán, haya sido capaz de hilar un tributo literario a los árboles -esos pilares que irradian una reconfortante sabiduría-, como este fragmento extraído de su libro Wanderung: Aufzeichnungen (Berlin: Fischer, 1920; traducido en inglés como Wandering: Notes and Sketches y en español como El caminante).
    En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo qué un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.
    Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.
    Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.
    »Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es.
    Traducción tomada de esta versión en línea. En el sitio del Premio Nobel, la bibliografía completa de Hermann Hesse. En El rincón del distraído, blog cultural dentro del diario El País, un interesante relato sobre las circunstancias vitales en que Hesse escribió este y otros textos, "aquella temporada en la que Hermann Hesse procuraba salir de aquel peculiar infierno".

La Emperatriz Teodora .

La Emperatriz Teodora
Imagen: "La Emperatriz Teodora y su séquito". Anónimo bizantino. Mosaico del ábside de San Vitale (Rávena)

Recupero hoy la serie HISTORIA DE LA HUMANIDAD A TRAVÉS DE LA PINTURA, con un personaje controvertido: La Emperatriz Teodora.

Nacida en el año 502, tiene un oscuro origen. Se supone hija de Acacio, cuidador de los osos del hipódromo de Constantinopla. Crece por tanto entre gladiadores y malabaristas, convirtiéndose en una joven de gran belleza, que destacaba entre las actrices, bailarinas y hetáreas.

Entre sus admiradores, podian contarse jueces, eruditos, hombres de estado y ... un joven senador llamado Justiniano, quien le solicitó matrimonio (se dice que la madre de Justiniano murió del disgusto).

Justiniano, se convirtió en emperador en el año 527, y por tanto Teodora en emperatriz.

Dotada de una gran inteligencia y energía, desempeñó un papel determinante en la resolución de la grave crisis de la revuelta de la Nika, en el 532, que estuvo a punto de costar el trono a Justiniano. Teodora supo mantener la sangre fría y convenció a su vacilante esposo de que la situación no estaba perdida: en efecto, las tropas del general Belisario fueron capaces, mediante una sangrienta actuación, de sofocar el motín popular. Con ello, Teodora se convirtió en una de las personas con mayor influencia sobre el emperador, y en uno de sus principales apoyos.

Teodora tomó cartas en distintos asuntos concernientes a mejorar la calidad de vida de las mujeres del imperio bizantino, influyendo en su esposo Justiniano para que codificara el derecho romano en el "Corpus Juris Civilis". Inspiradas por ella aparecieron leyes que defendían la igualdad de la mujer, el derecho al divorcio, la prohibición de castigos por adulterio, el reconocimiento hacia los hijos bastardos y la defensa de sus derechos de herencia, la imposición de penas para los violadores, la posibilidad de abortar y la prohibición de la prostitución forzosa. Además, se encargó de crear planes de rescate para jóvenes que habían sido prostitutas, rehabilitándolas para otros oficios. Tambien promulgó leyes que permitieran que las mujeres pudieran ser propietarias y heredar sumas de dinero o propiedades y además mejoró el sistema de atención a la salud femenina.

La figura histórica de Teodora ha sido muy mediatizada por la narración de Procopio en su "Historia arcana", absolutamente desfavorable tanto a la emperatriz como a Justiniano, recreándose en su vida de joven libertina. Pero otros consideran que Teodora era generosa, compasiva con los pobres y devota cristiana.

Hizo construir iglesias y monasterios, entre los que destaca sobremanera "Hagia Sofía" Santa Sofía en Constantinopla-Estambul, que es la obra más importante de la arquitectura bizantina.

En 548 se le manifestó un incontenible cáncer de pecho que en pocos meses le arrebató la vida. Tenía poco más de 40 años y había logrado entrar en la galería de personajes más relevantes y decisivos de la Historia. Su cuerpo fue remitido a la Iglesia del Santo Apóstol, uno de los templos más espléndidos que ella y Justiniano habían mandado a construir

Miedo a perderse algo.


Queremos vivir intensamente y sublimamos lo que hacen los otros o lo que creemos que hacen El peligro de esta idealización es vivir eternamente insatisfechos y alejarnos más de la felicidad

 
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Toni llega sistemáticamente tarde a todas las citas. Y si algo le caracteriza es la celeridad. Su tremenda impuntualidad no se debe, pues, a que sea lento, sino a que su vida la forma una concentración de actividades pegadas unas a otras. Por muy deprisa que vaya, nunca puede llegar a tiempo. Una frase lo caracteriza: “No quiero malgastar la vida”. Y allí se encuentra la raíz de su conducta.
En la sociedad en que vivimos, si algo nos define es ir acelerados, y no solo en la faceta laboral, sino también en nuestra parcela ociosa. Huimos de un miedo que tenemos escondido en todas nuestras células: que llegue el final de nuestras vidas y que nos arrepintamos de no haberla vivido más intensamente o haberla desperdiciado.
El sufrimiento es algo muy íntimo. La sensación de soledad, de culpa, las dudas, la negrura que se nos instala dentro, suele parecernos algo muy nuestro. Propiedad privada. Solemos esconderlo; los demás, que nos parecen más felices, no podrían entenderlo. Todos solemos enseñar nuestra cara más sonriente. Así, unos idealizamos la vida de los otros. Pensamos que detrás de la sonrisa de los demás se encuentra una vida más fácil que la nuestra.
El bienestar que creemos percibir en los
demás puede llevarnos tanto a la envidia como
a la depresión”
Jesús Gabriel Gutiérrez
Las redes sociales multiplican esta idealización. En Facebook, por ejemplo, muchas personas cuelgan fotos de sus vidas: suculentas comidas, fiestas con los amigos, viajes alucinantes, momentos románticos… Nadie cuelga la bronca con su pareja. Así, cuando un domingo por la tarde sentados en el sofá del comedor nos ponemos a contemplar esas instantáneas fantásticas de nuestros amigos, nos podemos sentir muy desgraciados. FOMO (fear of missing out; en español, miedo a perderse algo) es la nueva etiqueta que ha surgido para esta sensación. ¡Estamos apoltronados en el sofá cuando los demás están disfrutando intensamente de la vida! ¡Nos estamos perdiendo algo! Según un estudio, tres de cada 10 personas con edades entre 13 y 34 años están sufriendo FOMO.
El sentimiento de que la vida pasa y quizá no la estamos aprovechando como deberíamos también lo aumenta la cantidad de oportunidades que nos ofrece el mundo desarrollado. Hace solo unas décadas, la televisión disponía de un único canal; ahora, el número es apabullante. Parece que en la vida pasa lo mismo. Las opciones se multiplican constantemente.
Unos días atrás me quedé sin champú. Entré en el primer establecimiento que vi, pero no encontré la marca que suelo utilizar. Podía comprar cualquier otro. Pero no fue tan fácil. No conté los tipos de champú que había, pero no menos de 40. Mis neuronas tardaron un buen rato en elegir uno. Ridículo.

Elecciones, decepciones

Ilustración de João Fazenda
PELÍCULAS
‘Mi vida sin mí’, de Isabel Coixet
‘Antes de partir’, de Rob Reiner
‘Están vivos', de John Carperter
‘Las verdes praderas’, de José Luis Garci
LIBROS
‘Por qué más es menos. La tiranía de
la abundancia’. De Barry Schwartz
(2005) Taurus
El psicólogo parte de la premisa
de que el aumento de la depresión
en el mundo desarrollado es
consecuencia directa del aumento
de opciones.
Según el psicólogo Barry Schwartz, el aumento de opciones que nos ofrece la sociedad de consumo nos aleja de la felicidad en lugar de acercarnos a ella. San Francisco de Asís, que afirmaba: “Necesito pocas cosas, y esas pocas las necesito poco”, seguro que hubiera estado de acuerdo con él. El incremento de posibilidades aumenta nuestra frustración fundamentalmente por cinco motivos:
1. El tiempo que necesitamos para elegir. Mis amigos estuvieron durante mucho tiempo riéndose de mi móvil. ¿Por qué no lo cambias? Me gustaba cuando me enseñaban las aplicaciones de los suyos, pero pasar de mi simple telefonillo a un smartphone lo veía una aventura. No tenía ni idea de cómo empezar a elegir, y pensaba que una vez comprado no tendría tiempo para aprender a manejarlo y sacarle partido. Invertí muchas horas pidiendo consejo a cualquier persona que veía con uno en la mano. El análisis produce parálisis. Y así estaba yo, inmovilizada. Hasta que un día mi hermana me empujó dentro de un comercio para que me lo comprara de una vez.
2. El espacio que ocupan las opciones. Cuando entre varias posibilidades hemos elegido una y descartado las demás, en algunos casos las descartadas siguen estando disponibles, invadiendo espacio en nuestra mente. Supongamos que nos vamos de fin de semana y decidimos estar desconectados. Y así lo hacemos; sin embargo, la posibilidad de conectar el teléfono está allí constantemente. Quizá se nos cruce por la cabeza en varios momentos. Y aunque superemos esas fugaces tentaciones, necesitamos una mínima energía para conseguirlo. Las opciones ocupan espacio mental, aunque las descartes.
3. Aumentan nuestras expectativas. Barry Schwartz en una de sus conferencias explicó que siempre viste vaqueros. Antes era fácil comprarlos, solo tenías que indicar tu talla al vendedor. Este psicólogo confesaba su mareo actual cuando el dependiente le pregunta cómo los quiere: ¿talle alto, bajo?, ¿lavados a la piedra?, ¿rotos, cosidos?… “Lo curioso es que ahora que puedo elegir entre tantas posibilidades estoy menos satisfecho con mi compra… tanto es así que he tenido que escribir un libro para entender el porqué”, bromea. Se refiere a su obra Por qué más es menos. Según él, cuando te ofrecen tantas variedades de un producto, aumentan tus expectativas. En el caso de los pantalones, piensas que te van a quedar mucho mejor. Y cuanto más altas son las expectativas, más difícil es que la realidad se acerque a ellas. La insatisfacción está servida.
Cuando lo que se esperaba era menor, podíamos llevarnos sorpresas positivas. En nuestros días, esta alegría inesperada es cada vez menos común.

4. Crece el arrepentimiento. Unos meses atrás, la mujer de un amigo me invitó a su fiesta sorpresa de 50º aniversario. La celebración consistió en un día en el campo con muchos amigos y muchas actividades a elegir. Debías escoger entre unas cuantas: excursión en bicicleta, a pie, rafting, relajarse en el lago… Todas atractivas. Mi parte sedentaria escogió el lago, y la verdad es que tengo un recuerdo muy bonito de esa tarde. La compartí con una amiga con la que hacía tiempo que no coincidíamos, y la conversación fue de lo más suculenta. Pero… ¿me lo habría pasado mejor si hubiese ido de excursión? Al final del día, cuando todos estábamos juntos de nuevo, la pregunta que iba circulando era: ¿qué tal lo habías pasado en bici?, ¿qué tal el rafting?… Creo que en el fondo de esa cuestión había la necesidad de saber si cada uno había elegido bien la actividad. No sé si alguien se arrepintió de la opción elegida. Lo que sí está claro es que cuando crecen las posibilidades de elección, también lo hacen las de arrepentimiento.
Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”
Antoine de Saint-Exupéry
5. Aumenta el sentimiento de culpa. Cada día existen más tipos de tratamiento para un mismo diagnóstico dentro de la medicina alopática. Y además también podemos optar por salirnos de ella y recorrer los caminos menos “oficiales” de las alternativas. La decisión es toda nuestra. He oído en más de una ocasión comentarios del tipo: “ha muerto de cáncer, pero es que no quiso quimioterapia y se fue hacia las terapias naturales” o “se murió porque no probó otras terapias menos intrusivas y más naturales”. En cualquier caso, parece que la culpa es del muerto. Horrible.
Tenemos miedo a desperdiciar la vida, a perdernos algo, pero… ¿el qué? ¿Esa fiesta que vemos en Facebook, el coche que tiene el vecino, un superviaje como el que hace nuestro primo…? Realmente la desperdiciamos cuando ocupamos nuestras sinapsis en: elegir “el mejor” reloj, en idealizar la vida de los demás, en sentirnos frustrados por no vivir tan intensamente como supuestamente viven los otros… Inmersos en nuestros montajes mentales sí que nos perdemos algo: apreciar lo esencial. Bonnie Ware acompañó a muchos enfermos en los últimos días de su vida. Ninguno se arrepintió de no haberse comprado ese coche o de no haber ido de vacaciones a no sé dónde. Esas personas, al mirar atrás, confesaban que si volvieran a vivir, disfrutarían más de sus amigos, no se dejarían acorralar por preocupaciones nimias, expresarían con más sinceridad sus sentimientos… Conclusiones lúcidas que propicia la cercanía de la muerte, pero a las que afortunadamente podemos llegar sin tenerla cerca.

La hora del hemisferio derecho.


Para afrontar el nuevo mundo necesitamos explorar nuestra parte más emotiva y creativa.

La educación tradicional ha fomentado el pensamiento lógico y racional frente a la intuición.

Cada hemisferio del cerebro procesa la información de forma distinta: el izquierdo busca certezas; el derecho, nos conecta con la dimensión más inmaterial y espiritual.

          

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Puede que nos hayamos olvidado, pero todos hemos sido niños. Por aquel entonces, veíamos la vida con asombro y la disfrutábamos jugando con la imaginación. Pero tarde o temprano nuestras ilusiones chocaron contra el muro que los adultos llaman “realidad”, que comenzamos a construir al iniciar nuestra andadura académica y profesional. ¿Cuántas veces nos han dicho que no podemos ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta? De tanto oírlo, la mayoría nos lo terminamos creyendo, dejando nuestros sueños de lado.
Pero si cada uno de nosotros nace con un potencial, con un talento y con una misión determinados, ¿por qué en general nos dedicamos a profesiones que poco o nada tienen que ver con nuestros verdaderos valores? La respuesta se encuentra en nuestro cerebro. Este órgano está dividido en dos: el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho. Curiosamente, cada hemisferio procesa la información que recibe del exterior de forma distinta. Cada uno está relacionado con áreas y funciones diferentes. Podría decirse que ambos cuentan con su propia personalidad.
“Lo esencial es invisible
a los ojos; tan solo puede verse con el corazón” (Antoine de Saint-Exupéry)
El hemisferio izquierdo, por ejemplo, es el responsable del lenguaje verbal, de la habilidad lingüística, de la capacidad de análisis, de la resolución de problemas matemáticos, así como de la memoria y el pensamiento lógico y racional. Es el más intelectual, formal y convencional de los dos; se le da muy bien absorber y almacenar información teórica y numérica, como nombres, definiciones o fechas. Por el contrario, tiende a controlar e inhibir sus sentimientos. Es el encargado de la organización, el orden, la estructura y la planificación. Es muy obediente y disciplinado, y se rige por medio de normas, reglas, protocolos, leyes y procedimientos estandarizados. Y utiliza el miedo para protegernos y mantenernos a salvo de potenciales amenazas y peligros.

¿Desde dónde miramos la realidad?

Ilustración: Miguel Ordónez
Un empresario envió a sus dos hijos gemelos a explorar un país para sopesar las oportunidades para su negocio de calzado. Al cabo de un tiempo, el padre recibió correos electrónicos de sus hijos. El primero escribió: “Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y he observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy buena calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los caminos se encuentran sin asfaltar. Sinceramente, no creo que sea un buen lugar para vender nuestros zapatos”. Seguidamente, el padre leyó el mail de su otro hijo: “Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y he observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy buena calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los caminos se encuentran sin asfaltar. Creo que es un buen lugar para vender nuestros zapatos”. A pesar de que los dos hermanos habían recorrido el mismo país, vieron cosas diferentes. Uno detectó problemas y el otro vislumbró oportunidades.
Este hemisferio busca certezas y solamente se fija en la dimensión física, cuantitativa, tangible y material de las cosas. Y le cuesta mucho percibir los infinitos matices grises que se encuentran entre los extremos blanco y negro. El hemisferio izquierdo solo considera válida aquella información que pueda demostrarse a través de hechos irrefutables, resultados medibles y datos estadísticos.
El hemisferio derecho, por otra parte, está más vinculado con la experiencia cenestésica y sensorial de todo aquello que sabemos que no puede expresarse con palabras, y que no por ello es menos real. Nos brinda la habilidad de interpretar señales, signos y metáforas, así como la capacidad de soñar y de comprender el significado oculto de las cosas. Este hemisferio nos conecta con la dimensión emocional y espiritual de nuestra condición humana; nos permite sentir la parte cualitativa, intangible e inmaterial de las cosas. Es el más artístico, original y rebelde de los dos; le gusta salirse de la norma e ir más allá de lo socialmente establecido. No tiene sentido del tiempo y está totalmente centrado y arraigado en el momento presente.
Es experto en relacionarse con los demás. Destaca por su empatía, su compasión y su destreza para detectar los aspectos no verbales de la comunicación. Se le dan muy bien la percepción espacial, el movimiento y la orientación. Tiene una visión holística de la realidad, concibiéndola como una unidad donde todo está integrado e interconectado. Entre otros dones, el hemisferio derecho nos permite desarrollar la intuición, la imaginación, la innovación y el pensamiento creativo; tiene facilidad para visualizar ideas e inventar cosas que no existían y que aparentemente no eran posibles. Y en definitiva, nos nutre de confianza para atrevernos a seguir nuestra propia voz interior y, en consecuencia, recorrer nuestro propio camino.
Los neurólogos han descubierto que ambos hemisferios actúan a la vez. Los dos presentan cierta actividad neuronal –en mayor o menor medida–, independientemente del tipo de tareas que llevemos a cabo. Ninguno de los dos es más importante que el otro; más bien son complementarios. Hoy por hoy, la mayoría de nosotros estamos tiranizados por el hemisferio izquierdo, y es esta descompensación con nuestro hemisferio derecho lo que impide que muchos conozcamos la forma de cultivar la intuición y la creatividad necesarias para reinventarnos profesionalmente.
“La inteligencia y la creatividad de cada persona son tan singulares como
su huella dactilar”
(Ken Robinson)
El hemisferio izquierdo del cerebro sigue siendo el único protagonista en las aulas. La inteligencia y el valor de las nuevas generaciones se siguen midiendo con la puntuación que los estudiantes sacan en los exámenes, colegios, institutos o universidades. Y es que seguimos creyendo que el pensamiento lógico y el conocimiento racional son superiores a la intuición, la imaginación y la creatividad.
Tal como explica el experto en educación, talento y creatividad Ken Robinson, los actuales test miden cierto tipo de inteligencia, pero dejan de lado muchos aspectos y cualidades de la misma. Hay tantas maneras de expresar la inteligencia como seres humanos hay en este mundo. Eso sí, todas ellas van de la mano de la creatividad. Y al igual que la capacidad de razonar nos viene de serie, el pensamiento creativo es inherente a nuestra condición humana.
Si bien las habilidades del hemisferio izquierdo nos han dado buenos resultados a lo largo de la era industrial, para la era del conocimiento que está emergiendo ya no van a ser suficientes. Ha llegado la hora de potenciar nuestro hemisferio derecho y promover un sano equilibrio entre ambos. Para lograrlo, el reto es descubrir un medio profesional para canalizar todo el potencial innato que reside en nuestro interior. De pronto encontramos la manera de conjugar una serie de elementos que antaño parecían contradictorios e incompatibles, como por ejemplo la pasión con la profesión o la vocación con el dinero. El quid de la cuestión es si somos lo suficientemente valientes como para escuchar lo que sentimos en nuestro corazón.

Poemas, relatos y cuentos

  •     Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz.
  • dream 
    “En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. “Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro”. Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.
    Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.
    Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino que se deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños […]
    Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca […]
    Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el deCaperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. “Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja”. Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. “Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”.
    Gustavo Martín Garzo. La educación de los niños, publicado en el periódico El País, el 15 de junio de 2008.  
    Para leer el artículo completo, podéis encontrarlo en el siguiente enlace: EL PAÍS

    textos VII … el juego como vivero de la inteligencia


    jugando
    “Jugar no es tan solo una actividad infantil. El juego para el niño y para el adulto es una forma de usar la inteligencia o, mejor dicho, una actitud con respecto al uso de la inteligencia. Es un banco de prueba, un vivero en el que se experimentan formas de combinar el pensamiento, el lenguaje y la fantasía. Del mismo modo que uno puede asfixiar las plantas de un jardín o un vivero plantando mucho, también se puede crear una atmósfera en la que el lenguaje y el pensamiento no se desarrollen ni produzcan las flores que uno esperaría cultivar. A la inversa, hay muchos medios para ayudar al proceso del crecimiento.
    Debemos recordar que los niños que juegan no están solos y que solos no es como están mejor por mucho que necesiten momentos de soledad. Pero tanto como necesitan la soledad, necesitan también combinar las propias ideas que conciben solos con las ideas que se les ocurren a los compañeros. Llamemos a esto transacción o como se quiera, pero esta es la esencia, no sólo del juego, sino también del pensamiento. La escuela no debe cultivar únicamente la espontaneidad del individuo, ya que los seres humanos necesitamos diálogo, y es el diálogo lo que brindará al niño los modelos y las técnicas que le permitirán ser autónomo. Concluiré diciendo que el juego libre ofrece al niño la oportunidad inicial y más importante de atreverse a pensar, a hablar y quizás incluso de ser él mismo”.
    Jerome Brune

    Tres cuentos para aprender a coeducar

    Cuento-Coeducacion
    Hoy queremos compartir con vosotros tres cuentos dirigidos a niños entre 6 y 12 años, cuyo objetivo es que aprendamos a coeducar, esto es, educar en la igualdad desde la diferencia. Como dicen sus autores en el prólogo:
    “Para coeducar no necesitamos instrumentos especiales; pero si necesitamos una actitud que sea sensible a lo que hacen mujeres y hombres que sirve para que la vida y la convivencia sigan presentes en este mundo. Esto que parece tan simple, a veces es muy complicado porque no todo el mundo es capaz de valorar las aportaciones de las chicas (madres, maestras, niñas, abuelas, amigas, vecinas, compañeras, etc.) y porque muchas veces seguimos contando lo que pasa, obviando lo que hacen las mujeres, ¡cómo si ellas no hicieran nada!. Por eso vienen bien algunos recursos, como los cuentos, que ayuden a visibilizar un poco más que las mujeres también son protagonistas desde su propio quehacer (sin tener que imitar el mundo masculino), que tienen deseos, aspiraciones muy diversas y se mueven en este mundo con libertad para intentar ser felices.”
    Todavía hoy, en los cuentos que contamos a nuestros hijos, perviven muchos estereotipos sobre el rol de género. Los niños reciben mensajes que no se corresponden con su vida cotidiana, en la que poco a poco hombres y mujeres estamos conquistando la igualdad. En estos cuentos para aprender a educar el objetivo final de la narración es otro:
    “Si en los llamados “cuentos de hadas” el fin último es el poder (a través de la recuperación de un reino perdido) y el “amor romántico” (consiguiendo el amor eterno entre príncipes y princesas), o en los cuentos de aventuras el fin último es “conseguir lo que nadie antes consiguió” venciendo dificultades insospechadas, quizá en los cuentos coeducativos el fin último es, casi siempre, “atreverse” a disfrutar con lo que es diferente, a valorar la convivencia cotidiana o a descubrir aspectos de (sí) que antes no se conocían. Esto, casi siempre, les proporciona una enorme felicidad y ese es el verdadero “premio” que consiguen las y los protagonistas y aquello por lo que trabajan durante toda su andadura. Para ello, durante el desarrollo de la narración tienen que vencer sus miedos, superar estereotipos, dar valor al cuidado, atreverse a hacer cosas que aparentemente no “pueden” o no “deben” hacer por su condición sexual, considerar la sabiduría de mujeres y hombres que les apoyan…
    Con estos cuentos  se quiere aportar una mirada diversa sobre situaciones cotidianas de niñas y niños,  que les abra las mil posibilidades de ser de mil maneras diferentes, que les permita crear, imaginar y jugar de la forma en que deseen y no solo condicionados por los estereotipos de género.
    Podéis descargar aquí los cuentos: cuentos co-educar

    pOEma VI … Carpe Diem

    niña-barco
    Aprovecha el día.
    No dejes que termine sin haber crecido un poco,
    sin haber sido un poco más feliz, 
    sin haber alimentado tus sueños.
    No te dejes vencer por el desaliento.
    No permitas que nadie
    te quite el derecho de
    expresarte, que es casi un deber.
    No abandones tus ansias de hacer de tu vida
    algo extraordinario…
    No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
    sí pueden cambiar el mundo…
    Somos seres humanos llenos de pasión.
    La vida es desierto y es también oasis.
    Nos derriba, nos lastima, nos convierte en 
    protagonistas de nuestra propia historia…
    Pero no dejes nunca de soñar, 
    porque sólo a través de sus sueños, 
    puede ser libre el hombre.
    No caigas en el peor de los errores: el silencio.
    La mayoría vive en un silencio espantoso.
    No te resignes…
    No traiciones tus creencias. Todos necesitamos 
    aceptación, pero no podemos remar
    en contra de nosotros mismos.
    Eso transformaría la vida en un infierno.
    Disfruta del vértigo que provoca tener
    la vida por delante…
    Vívela intensamente y
    sin mediocridades.
    Piensa que el futuro está en ti y en 
    enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
    y sin miedo.
    Aprende de quienes pueden enseñarte.
    No permitas que la vida
    te pase por encima
    sin que la vivas.”
    Walt Whiltman

    La guía del hombre perezoso.

                                   
     
     
    No hagas hoy lo que puedas dejar de hacer también mañana.
    - Fernando Pessoa.
    En primera instancia la “pereza” y la “iluminación”, en una misma frase, podrían parecen destinadas a un oxímoron. El clásico koan zen que revela en su simpleza la clave de la elevación de la conciencia, “cortar madera y acarrear agua”, parece decir que para iluminarse es necesario un arduo trabajo, una férrea disciplina, una inquebrantable voluntad. Y sin embargo el zen, como el Tao, ama las contradicciones y las paradojas, porque abren la mente, porque revelan crisálidas en la danza de los opuestos. Cómo entender que no actuar puede ser un acto (tanto como el más poderoso; las montañas se mueven sólo con la mente y vienen a ti); lo negativo, como la pereza, también puede llevarte hacia la manifestación total de tu ser, hacia ese bienestar ensoñado en la hamaca de la eternidad.
    Si bien con pereza queremos decir también inacción, relajación, quietud, no-reacción, liviandad, etcétera, seamos perezosos y quedémonos  solo con la palabra pereza, como un juego, como la luz lúdica de la tarde que se columpia entre las arañas y las nubes —y la ilusión del mundo hace ligera la existencia, porque nada es real, nada dura, nada duele (solo la luz que se demora en caer)  (((((dios bosteza)))).
    En su memorable texto, El Derecho a la Pereza, Paul Lafargue alaba con sublime holgazanería:
    «Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esa degradación del hombre libre; los poetas cantaban a la pereza, ese regalo de los dioses:
    »O Melibae, Deus nobis haec otia fecit [5]».
    «Cristo, en su Sermón de la Montaña, predicó la pereza: ‘Miren cómo crecen los lirios en los campos; ellos no trabajan ni hilan, y sin embargo, yo les digo: Salomón, en toda su gloria, no estuvo nunca tan brillantemente vestido’ [6]».
    «Jehová, el dios barbado y huraño, dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal; después de seis días de trabajo, descansó por toda la eternidad».
    A esa sabiduría milenaria hoy se opone la mecanización del espíritu, el neg-ocio como máxima aspiración (dádiva divina en la ética protestante), el estrés, la prisa, el tiempo es dinero. No  estar si no es progresando, alcanzando, superando.  El vertiginoso pavor del silencio de las esferas infinitas, del espacio vacío. La idea motriz de que aún no somos, que tenemos que llegar a ser. Algo que está lejos como una ciudad prometida en el horizonte, en el futuro.
    En respuesta a esta ontología revelada a través de la acción, a la tendencia occidental de querer aniquilar el vacío, hace casi 40 años, Thaddeus Golas, un hippie de Nueva Jersey, escribió La Guía del Hombre Perezoso a la Iluminación. Un libro bastante sencillo que contiene en sus lánguidas hojas los secretos del universo (aunque todos los libros contienen los secretos del universo).
    Golas concibió la iluminación como “la forma de salir de esta realidad”. Esta realidad es la ilusión, el maia, el hecho de que somos egos sólidos y solitarios flotando en el frío indiferente del espacio y que no podemos crear lo que queramos con simplemente imaginarlo. Este texto de culto fue recibido como una especie de libro de (anti)superación para los jóvenes del flower power que escalaban optimistas olas vibracionales y que pensaban que todo era posible, tanto como quedarse sentado en el pasto, comer flores, y sin hacer nada, iluminarse.
    «El New Age es una Torre de Babel. Intentando usar la energía para llegar al Cielo —no puede hacerse. Llegas al Cielo dejando de ser energía. Si te mantienes consciente continuamente, empujarás el mundo material hasta desvanecerlo. Además de prolongar tu conciencia, no existe ninguna idea o acción en la Tierra que haga la más mínima diferencia en tu futuro espiritual… No hay nada que necesites hacer antes para iluminarte».
    «A la iluminación no le importa cómo llegues».
    La pereza puede llevarnos a la iluminación porque cualquier cosa puede llevarnos a la iluminación. Cualquier cosa puede llevarnos a la iluminación porque ya estamos iluminados. Ya estamos iluminados porque somos el universo entero (y el tiempo no existe a la velocidad de la luz). Esa es la ventaja o el resultado de ser polvo de estrellas y nacer de una misma gran explosión, de haber sido en algún momento el primer átomo, la sopa cósmica, el hidrógeno, la inflación, la primera estrella, de haber estado en el primer núcleo de la primer supernova que creó oro y estar entonces por siempre entrelazados en la codivinidad de la inextricable unidad cuántica. Esa es la ventaja de ser juntos, de que todos son todo, de que el alma está amalgamada con el holograma universal. De que tenemos la información de todas las cosas dentro de nosotros y por eso somos la conciencia del universo.
    La acción y la voluntad también nos pueden llevar a la iluminación. Podemos elevarnos hacia la iluminación a través de una serie de técnicas ejecutadas con presteza. O podemos también dejarnos caer hacia la iluminación (que puede tener una cara oscura, como una cueva) con pereza, como plumas ligeras en el sumidero de nuestro propio ser.
    «Todas las experiencias potenciales ya están dentro de ti. Puedes abrirte a ellas en cualquier momento, más rápido que instantáneamente. Sólo estando ahí.
    »Pero no hay prisa. La expansión total siempre está ahí, más allá del tiempo, dentro y alrededor de ti. Solo necesitas relajar tu conciencia al ritmo que te parezca seguro y cómodo. Si el LSD es muy veloz, vete lento. Todos pertenecemos en el universo.
    »No hay razón para preocuparte o preguntarte sobre mejores o peores condiciones espirituales, aunque ese juego está disponible. No podrás elevarte sobre el nivel de tu vibración actual de forma duradera hasta que no ames la forma en la que eres en este momento».
    Como se dice también en algunas filosofías orientales, no tiene sentido buscar algo más que en el sitio en el que estás. Ahí mismo está el universo entero, tal vez es más útil dejarse caer en ese agujero infinito de ser que salir a buscar algo afuera (cuando el que está buscando es lo que se está buscando). Además, en el fondo, ese algo que estás buscando es el vacío cósmico —donde habita la energía inconmensurable, donde eres todos los seres y juegas a morderte la cola en un laberinto del tamaño exacto de tu cuerpo infinito.
    Buscar, como actuar, es en cierta forma perpetuar la ilusión (actuar es actuar un papel en una obra de teatro que no sabemos es una obra de teatro). Ilusión de que tenemos que hallar o hacer algo que no tenemos, que está fuera de nosotros, que a través de algo externo, de algo que conseguiremos en el futuro, nos podremos iluminar o sentir bien. Y si no hacemos eso, si no encontramos aquello, nos sentimos mal.
    «El problema con el Mal es que nos seduce a que intentemos eliminarlo».
    Históricamente se ha hablado de un conflicto entre el deseo y la realidad. Ese conflicto existe solamente hasta el momento en el que mantenemos la ilusión de que existe una realidad donde nuestros deseos son impotentes porque están constreñidos a una serie de leyes inmutables e inalterables sobre las cuales no tenemos ningún poder (una realidad determinista, en la que nuestra vida es como la de una bola de billar). La realidad de esta forma es una realidad en la que no podemos hacer lo que queremos. Pero si no existe la realidad, ¿cuál es el conflicto? ¿Si no hay nada qué hacer cuál es el conflicto?
    Se dice también que el hombre perezoso palidece ante el hombre de acción, que el primero sueña reinos mientras el segundo los conquista. ¿Pero para qué librar una batalla y forzar la entrada a un reino cuyas puertas siempre han estado abiertas?  Y si bien los reinos del hombre perezoso son reinos oníricos, ¿acaso no es el sueño la sustancia más profunda (y pura) del universo, la sustancia que somos? “We are such stuff as dreams are made on”, dijo Shakespeare como si fuera uno los grandes “iluminatis de las edades” (palabras de Manly P. Hall). El mismo hinduismo, con su milenaria sabiduría, habla de una Conciencia Absoluta, Brahma, que se debate entre el sueño y la vigilia; cuando sueña existe este universo (una imagen en su mente). ¿Qué no es justamente el crear con solo imaginar, con solo decirlo en la mente, la cualidad intrínseca de la divinidad? La pereza adivina que el mundo es una ilusión y desde la orilla, sin participar, como el dios de Joyce que se lima las uñas, empieza a mover las piezas con la imaginación (la materia no pesa, la pared se atraviesa, todo es boligoma: quark-gluon-plasma). Puede cambiar el paisaje y mover la escenografía justamente porque sabe que es una ilusión, que las cosas están hechas de nada. No obstante, el hombre perezoso de conciencia probablemente no querrá cambiar el paisaje,  querrá disolverse en él —y experimentar la riqueza de la multiplicidad desde la unidad indivisible. Como un ala que es el aire.
    «No hay nada malo con ser lo que eres —es una de las infinitas experiencias disponibles. Lo que tú eres, yo puedo serlo. Lo que yo soy, tú puedes serlo» (y en la eterna madeja de la alternidad seremos todos los otros, yosoytú —inlackech: en el jardín de los senderos que se bifurcan se enlazan los pronombres).
    «Ya que en el universo no hay más que seres vivientes, cada uno controlando su propio nivel y sus propias relaciones, no hay absolutamente nada en el universo que necesite corregirse en ninguna forma. No tenemos que hacer nada al respecto, cualquier cosa que sea. Hay conciencia en todas partes del universo… Cada partícula en cada átomo es un ser vivo. Cada molécula en cada célula es una tribu de seres.
    »Un ser completamente expandido es el espacio. Ya que la expansión es permeable, podemos estar en el “mismo espacio” con uno o más seres expandidos. De hecho es posible que todas las entidades del universo sean un solo espacio… El espacio es un nivel de experiencia que todos podemos lograr, pero es difícil de discutir en nuestro plano presente justamente porque es ilimitado».
    Según cuenta Plutarco, Alejandro Magno, el gran conquistador, buscó emocionado al gran filósofo Diógenes y, al encontrarlo , le preguntó si podía hacer algo por él. En vez de pedirle cualquier suntuoso regalo de este mundo o favor, Diógenes solo le dijo a Alejandro que se moviera de donde estaba porque le tapaba el sol (al parecer el filósofo cínico practicaba el místico arte de la inacción solar, de dejarse iluminar).