Bosque otoñal

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sábado, 30 de noviembre de 2013

Poemas, relatos y cuentos

  •     Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz.
  • dream 
    “En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. “Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro”. Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.
    Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.
    Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino que se deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños […]
    Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca […]
    Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el deCaperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. “Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja”. Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. “Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”.
    Gustavo Martín Garzo. La educación de los niños, publicado en el periódico El País, el 15 de junio de 2008.  
    Para leer el artículo completo, podéis encontrarlo en el siguiente enlace: EL PAÍS

    textos VII … el juego como vivero de la inteligencia


    jugando
    “Jugar no es tan solo una actividad infantil. El juego para el niño y para el adulto es una forma de usar la inteligencia o, mejor dicho, una actitud con respecto al uso de la inteligencia. Es un banco de prueba, un vivero en el que se experimentan formas de combinar el pensamiento, el lenguaje y la fantasía. Del mismo modo que uno puede asfixiar las plantas de un jardín o un vivero plantando mucho, también se puede crear una atmósfera en la que el lenguaje y el pensamiento no se desarrollen ni produzcan las flores que uno esperaría cultivar. A la inversa, hay muchos medios para ayudar al proceso del crecimiento.
    Debemos recordar que los niños que juegan no están solos y que solos no es como están mejor por mucho que necesiten momentos de soledad. Pero tanto como necesitan la soledad, necesitan también combinar las propias ideas que conciben solos con las ideas que se les ocurren a los compañeros. Llamemos a esto transacción o como se quiera, pero esta es la esencia, no sólo del juego, sino también del pensamiento. La escuela no debe cultivar únicamente la espontaneidad del individuo, ya que los seres humanos necesitamos diálogo, y es el diálogo lo que brindará al niño los modelos y las técnicas que le permitirán ser autónomo. Concluiré diciendo que el juego libre ofrece al niño la oportunidad inicial y más importante de atreverse a pensar, a hablar y quizás incluso de ser él mismo”.
    Jerome Brune

    Tres cuentos para aprender a coeducar

    Cuento-Coeducacion
    Hoy queremos compartir con vosotros tres cuentos dirigidos a niños entre 6 y 12 años, cuyo objetivo es que aprendamos a coeducar, esto es, educar en la igualdad desde la diferencia. Como dicen sus autores en el prólogo:
    “Para coeducar no necesitamos instrumentos especiales; pero si necesitamos una actitud que sea sensible a lo que hacen mujeres y hombres que sirve para que la vida y la convivencia sigan presentes en este mundo. Esto que parece tan simple, a veces es muy complicado porque no todo el mundo es capaz de valorar las aportaciones de las chicas (madres, maestras, niñas, abuelas, amigas, vecinas, compañeras, etc.) y porque muchas veces seguimos contando lo que pasa, obviando lo que hacen las mujeres, ¡cómo si ellas no hicieran nada!. Por eso vienen bien algunos recursos, como los cuentos, que ayuden a visibilizar un poco más que las mujeres también son protagonistas desde su propio quehacer (sin tener que imitar el mundo masculino), que tienen deseos, aspiraciones muy diversas y se mueven en este mundo con libertad para intentar ser felices.”
    Todavía hoy, en los cuentos que contamos a nuestros hijos, perviven muchos estereotipos sobre el rol de género. Los niños reciben mensajes que no se corresponden con su vida cotidiana, en la que poco a poco hombres y mujeres estamos conquistando la igualdad. En estos cuentos para aprender a educar el objetivo final de la narración es otro:
    “Si en los llamados “cuentos de hadas” el fin último es el poder (a través de la recuperación de un reino perdido) y el “amor romántico” (consiguiendo el amor eterno entre príncipes y princesas), o en los cuentos de aventuras el fin último es “conseguir lo que nadie antes consiguió” venciendo dificultades insospechadas, quizá en los cuentos coeducativos el fin último es, casi siempre, “atreverse” a disfrutar con lo que es diferente, a valorar la convivencia cotidiana o a descubrir aspectos de (sí) que antes no se conocían. Esto, casi siempre, les proporciona una enorme felicidad y ese es el verdadero “premio” que consiguen las y los protagonistas y aquello por lo que trabajan durante toda su andadura. Para ello, durante el desarrollo de la narración tienen que vencer sus miedos, superar estereotipos, dar valor al cuidado, atreverse a hacer cosas que aparentemente no “pueden” o no “deben” hacer por su condición sexual, considerar la sabiduría de mujeres y hombres que les apoyan…
    Con estos cuentos  se quiere aportar una mirada diversa sobre situaciones cotidianas de niñas y niños,  que les abra las mil posibilidades de ser de mil maneras diferentes, que les permita crear, imaginar y jugar de la forma en que deseen y no solo condicionados por los estereotipos de género.
    Podéis descargar aquí los cuentos: cuentos co-educar

    pOEma VI … Carpe Diem

    niña-barco
    Aprovecha el día.
    No dejes que termine sin haber crecido un poco,
    sin haber sido un poco más feliz, 
    sin haber alimentado tus sueños.
    No te dejes vencer por el desaliento.
    No permitas que nadie
    te quite el derecho de
    expresarte, que es casi un deber.
    No abandones tus ansias de hacer de tu vida
    algo extraordinario…
    No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
    sí pueden cambiar el mundo…
    Somos seres humanos llenos de pasión.
    La vida es desierto y es también oasis.
    Nos derriba, nos lastima, nos convierte en 
    protagonistas de nuestra propia historia…
    Pero no dejes nunca de soñar, 
    porque sólo a través de sus sueños, 
    puede ser libre el hombre.
    No caigas en el peor de los errores: el silencio.
    La mayoría vive en un silencio espantoso.
    No te resignes…
    No traiciones tus creencias. Todos necesitamos 
    aceptación, pero no podemos remar
    en contra de nosotros mismos.
    Eso transformaría la vida en un infierno.
    Disfruta del vértigo que provoca tener
    la vida por delante…
    Vívela intensamente y
    sin mediocridades.
    Piensa que el futuro está en ti y en 
    enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
    y sin miedo.
    Aprende de quienes pueden enseñarte.
    No permitas que la vida
    te pase por encima
    sin que la vivas.”
    Walt Whiltman

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